viernes, 10 de octubre de 2008






No lo olvidé, desde luego, pero en algún momento su recuerdo dejó de acompañarme a todas partes. Quedó atrás, como queda atrás una ciudad cuando el tren sigue su marcha. Está allí, en algún lugar a nuestra espalda, y si hace falta puede uno tomar otro tren e ir a asegurarse de que la ciudad todavía sigue allí. Pero ¿para qué hacer tal cosa?

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